martes, 18 de septiembre de 2012

Leopoldo Pomés: Barcelona 1957


'Metro' (1959), una de las fotografías de Leopoldo Pomés incluidas en el libro y en la exposición. / LEOPOLDO POMÉS
Esta es la historia de un libro que ha tenido que esperar más de medio siglo para salir a la luz. En 1957, Carlos Barral, que trabajaba en Seix Barral, le hizo un encargo a Leopoldo Pomés, un joven fotógrafo de 25 años, protegido del grupo de artistas de Dau al Set: un fotolibro sobre Barcelona. Un auténtico regalo. Pomés trabajó durante un año recorriéndose la ciudad del centro a la periferia y viceversa. Sin un plan, solo pensando en abarcarla. Cuando volvió a la editorial desparramó las fotos sobre una gran mesa. A Barral le gustaron, pero no a los gerentes; consideraron que no se vendería porque era “lúgubre y gris” y “no tenía jardines”.
Ahora, 55 años después de aquel encargo, Foto Colectania, junto con La Fábrica, ha finalmente editado Barcelona 1957, tras seleccionar 80 imágenes de aquel proyecto, con un texto de Juan Manuel Bonet —uno de los culpables de que Pomés busque “diamantes en la mina”— y una conversación entre el fotógrafo y el escritor Eduardo Mendoza. Además, una exposición que incluye bastantes copias originales de la época, podrá verse hasta el 26 de enero en Colectania.
Con este libro, Pomés, cuya carrera posterior a caballo de la publicidad, le identifica con lo que Bonet llama “trabajos sixties”, recupera su espacio entre Català-Roca y Miserachs, dos artistas claves de la gran década de la fotografía catalana. El primero publicó su Barcelona en 1954 y el segundo Barcelona. Blanc i negre, en 1964. La selección, realizada por el director de Foto Colectania Pepe Font de Mora, incluye imágenes de géneros diversos, aunque todos ellos han formado parte de la carrera posterior Pomés. Las imágenes corales tienen la misma textura narrativa que los famosos planos-secuencia de Berlanga. Pomés las explica deteniéndose en cada personaje. Por otro lado están las composiciones más esteticistas, de paisajes urbanos que se transforman en composiciones geométricas; bodegones de cemento y vías del tren, como las de la calle de Aragón, todavía sin cubrir, o el homenaje a De Chirico a través de una acera del barrio de Verdum, en el extrarradio.
Y está la luz, “una luz sin sombras”. Y la Rambla, el gran paseo al que Pomés vuelve una y otra vez, pero del que ahora, visto su deterioro, no quiere hablar. Y los personajes, tan vivos que, como si hubieran querido rendirle homenaje, algunos han vuelto para reclamar su existencia. El hombre apoyado en el quicio de la puerta de un bar es el padre del escritor Terenci Moix, algo que Pomés no sabía entonces. El niño de expresión huraña que carga a su espalda un enorme garrafa, es ahora un cordial jubilado que asistirá a la inauguración de la muestra.

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