jueves, 31 de enero de 2013

Fotografía digital vs. memoria fotográfica


¿La profusión de fotos digitales está cambiando nuestra memoria?

La vida de un crío está más documentada que la de un anciano de hace una década | El efecto sentimental será el mismo; el recuerdo, más realista y menos idealizado | Cada día en Facebook sus usuarios suben más de 300 millones de fotografías

Vida | 01/02/2013 - 00:00h
Nube de fotos digitales Getty Images
Jaume, de 41 años, recorrió con su novia este verano Japón. Armado con su cámara digital, fue tomando imágenes de todo aquello que les llamó la atención. Sin embargo, a pesar de la ilusión y la experiencia vivida, aún no han encontrado un rato para repasar juntos esas imágenes o, al menos, algunas de ellas. "Ha pasado medio año y yo apenas les he echado un vistazo en mi ordenador", confiesa Jaume.

Sin duda, la tecnología favorece el disparo fácil. Se pueden hacer todas las fotos que uno desee. No sólo con las versátiles cámaras digitales sino con los móviles, las tabletas, las videoconsolas... Cada avance acaba generando cambios en el comportamiento de los usuarios, recuerdan los expertos: con las primeras cámaras digitales, la mayoría de la gente revelaba las fotos, las pasaba a papel. Más tarde, comenzaron a almacenarlas digitalmente. Pero los discos duros tienen una capacidad limitada. En cambio ahora se pueden hacer innumerables fotos -de una calidad considerable, gracias a las cámaras que incorporan los teléfonos inteligentes- y almacenarlas en la nube, compartirlas en Twitter, en Facebook...

Las cifras adquieren dimensiones gigantescas: en apenas dos años desde su nacimiento, la aplicación/red social de fotografía Instagram y sus populares filtros superó los cien millones de usuarios. En Estados Unidos, aquellos que utilizan Instagram le dedican de media 257 minutos mensuales, frente a los 170 minutos de los usuarios de Twitter. Mientras, sólo en la red social Facebook -que precisamente adquirió Instagram el pasado mes de abril- cada día se suben nada menos que 300 millones de fotografías.

"Somos seres sociables, comunicativos por naturaleza y adoramos transmitir a los demás ideas, pensamientos, sensaciones a través de todos los medios disponibles, que hoy lo hacen fácil y abundante", explica Dolors Reig, psicóloga y experta en innovación digital. "La imagen, además de ser un instrumento comunicativo efectivo, resulta una forma de expresión instantánea, impulsiva, que nos cuesta poco, cada vez menos, utilizar. Se trata de una extensión del fenómeno texting, del microtexto de Twitter, de lo que podríamos llamar 'microimagen', que puede tomarse en cualquier momento y lugar (de momento, a través de smartphones, en breve con las gafas de Google). Y en poco tiempo nos expresaremos en vídeo", vaticina.

Precisamente por lo poco que cuesta hacer fotos -en esfuerzo, pero también para el bolsillo- el número de fotos crece de manera exponencial y puede llevar a una banalización de las imágenes, según Josep Lluís Micó, director del departamento Periodismo de Facultad de Comunicación Blanquerna y coordinador del Laboratori de Comunicació Digital de Catalunya (Digilab).

Dolors Reig no está del todo de acuerdo. En su opinión, "la democratización de la producción de imágenes puede significar, si aprendemos a filtrar -que es una de las competencias más importantes del ciudadano de hoy-, enriquecimiento más que banalización. Y eso no supone que los profesionales dejen de tener su papel: realizar un buen trabajo fotográfico sigue dependiendo de los criterios que solamente el profesional conoce, sigue sin estar al alcance de cualquiera".

Por su parte, Micó recuerda que, con frecuencia, no hay tiempo material para repasar esos álbumes, físicos o digitales, que los más aplicados acaban confeccionando. "Ahora hay más recuerdos: la vida de un niño de tres años está más documentada que la de una persona de 80 años hace apenas una década".

Pero esa cantidad de imágenes que generan constantemente los ciudadanos ¿cómo acabarán reflejadas en el recuerdo, en la memoria gráfica, que hasta hace poco se ha basado en imágenes en papel, con las que es posible ir a los momentos importantes de la vida? ¿Se perderán sin más?

"Se trata de diferenciar entre diversos tipos de fotos cotidianas, desde las que nacen para tener una vida muy corta -como la imagen de unos zapatos que envías a tu hermana para ver si le gustan para su cumpleaños- a las que tienen una importancia sentimental o afectiva incuestionable -como las del día en que nace tu hijo-", afirma Micó.

Hasta hace un tiempo, señala el coordinador de Digilab, "buena parte de las fotos se hacía para tener una larga vida y hasta para pasar de generación en generación. No sabemos exactamente qué ocurrirá con las imágenes que estamos tomando día tras día, pero es evidente que las fotos efímeras morirán y las de tus hijos las guardarás. Habrá que ver qué ocurre con el resto de imágenes que no encajan en estas categorías".

Con la vista en el futuro, Dolors Reig, autora del libro Socionomía, apunta un fenómeno emergente, el lifelogging, basado en "un registro constante de nuestras vidas, donde se utiliza también el lenguaje de la imagen". Esta especialista en el mundo digital cree que, gracias al lifelogging, "la foto de boda será sustituida, por una interfaz informática en la que dejaremos una fecha determinada para que nos 'devuelva' todos los datos de ese evento (mensajes en redes sociales, imágenes, vídeos, informaciones de otros,...). El efecto sentimental será el mismo: el recuerdo, aunque quizás resulte más realista, estará menos idealizado".


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Tinc molta feina

Foto: CMB

Tinc molta feina, diferents projectes en marxa, col · laborar en totes les iniciatives que permetin la màxima visibilitat i difusió d'Agustí Centelles i Ossó, ¡com ha de ser!

Garanteixo la màxima traçabilitat de tots els Centelles, tonteries? CAP.

Molt aviat els fills de Centelles viatjarem a visitar l'edifici amb la nova sala Agustí Centelles a Salamanca, la màxima difusió en aquests temps de crisi i canvi de model de gestió cultural. Col · laboro en tots els projectes de difusió a Europa, ¡aviat hi haurà notícies!

Els saltamartins culturals  es retroalimenten i es premien de manera alternativa, ¡es van oblidar de reconèixer el meu pare en vida!, L'espectacle que donen repartint-se premis i canongies és esperpèntic, no els fa una mica de vergonya torera l'endogàmia sistemàtica i la queixa permanent? Quants assessors, directors, personal de confiança tenen els centres museístics a Catalunya?

@Octavi Centelles / CMB
Des de el meu Ipad.

martes, 29 de enero de 2013

Toca madrugar

Hoy miércoles día intenso, envio de paquetería y documentos, más de cincuenta envios, ¡mi equipo me está agotando!, todo por mi PROYECTO CENTELLES: mi padre, mi maestro.

No hay gestión pequeña, una referencia fotográfica para Donostia (me acaban de invitar a un famoso restaurante) un lote de copias de documentos de fotografía histórica para un centro universitario francés, catálogos para museos en el Reino Unido y Alemania.

Espero que pronto podamos establecer sinergias (que palabra más interesante, no estaba en mi forma de hablar habitual) en los temas de reconocimiento institucional de Agustí Centelles i Ossó.

Algunos ¡estamos jubilados!, pero llenos de júbilo y alegría por lo que intentamos hacer cada día.

@Octavi Centelles / CMB
Desde mi Ipad

lunes, 28 de enero de 2013

La Vanguardia, 31 de enero de 1937, foto: Centelles.

La Vanguardia, 31 de enero de 1937, foto: Centelles.

Foto: Agustí Centelles i Ossó / Fondo Centelles
(c) 2013 Archivos Estatales / MECyD / CENTRO DOCUMENTAL DE LA MEMORIA HISTÓRICA, Salamanca
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cdmh@mecd.es, teléfono (34)923 21 25 35
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cdmh@mecd.es, phone (34) 923 21 25 35
Centro Documental de la Memoria Histórica , Salamanca (España)

e-mocionado

Lo que firmo, lo cumplo, ahora y siempre, @OctaviCentelles
Cuatro claros proyectos: blog personal, página en flickr.com (con la autorización y licencia de los archivos estatales /MECyD/CENTRO DOCUMENTAL DE LA MEMORIA HISTÓRICA, Salamanca, proyecto en youtube, página inmemoriam.

Con un equipo que sigue trabajando, con un asesor que me tiene un poco (bastante) abandonado, investigando y viajando  entre Madrid, La Haya, Berlín...

Estimado señor Centelles, Actualmente estudiante en master investigacion en Francia, decidi dedicar mi estudio a su padre y a las fotos que hizo entre 1936 y 1937 en Barcelona.Al descubrir su pagina web, me senti emocionada porque tenemos el mismo objetivo, dar a conocer mas la obra de su padre. Seria un honor y un placer poder comunicar con él, le doy mi direccion electronica:
Con todo mi respeto, C.A.

domingo, 27 de enero de 2013

Siguen las obras en la nueva sede del CDMH.

Siguen las obras en la nueva sede del CDMH en la ciudad de Salamanca, en este edificio estará la sala de exposiciones Agustí Centelles i Ossó. Esta sala de exposiciones por su tamaño, situación y proyecto expositivo será un referente, con una selecta muestra permanente y con un proyecto de difusión del fotoperiodismo bélico, contará con todo mi apoyo, como todos los proyectos de máxima divulgación, en un pueblo aragonés de mil habitantes o en uno de los más importantes museos europeos.

@OctaviCentelles
Desde mi Ipad.

Magnum sigue disparando


Magnum sigue disparando

La prestigiosa agencia, que debe su nombre a la afición de sus fundadores por las grandes botellas de champán, cumple 65 años en la cima del fotoperiodismo.

Su revolución gráfica pervive a pesar de las graves crisis del oficio.

Magnum sigue disparando… porque esta legendaria cooperativa de los mejores fotógrafos del planeta no ha dejado de apuntar con sus cámaras de fotos hacia todo lo que en estos últimos 65 años merecía la pena ser retratado. Sí, ya sé que el nombre de la agencia Magnum no se refiere al conocido revólver, sino a la botella de litro y medio de champán que tanto le gustaba beber a Robert Capa después de una dura campaña de fotos saltando de trinchera en trinchera, pero es cierto que gran parte de la épica de este grupo de escogidos fotógrafos se ha forjado en las guerras del siglo XX y que la marca Magnum es sinónimo de fotografía bélica. Sin embargo, sus hombres y mujeres han documentado desde conflictos y revoluciones, hasta concursos de belleza, migraciones, desastres naturales o partidos de béisbol, y siempre con una enorme intencionalidad estética en cada uno de sus fotogramas. Porque esa parece ser la divisa de Magnum. Su sello. No solo están siempre donde hay que estar, sino que además logran contarlo, plasmarlo, de la manera más efectiva posible, mas impactante, incluso más bella si es que una fotografía de guerra, por ejemplo, puede ser bella.
Robert Capa, el más conocido de los primeros cuatro socios de la cooperativa, nos dejó una frase para la historia (y para las facultades de Periodismo): si tu fotografía no es buena es porque no estabas lo suficientemente cerca. La gente de Magnum apenas usa teleobjetivos. Suelen trabajar con ópticas cortas, de las que obligan a acercarte a los hechos para capturar ese momento efímero. Capa debe de ser el único fotógrafo que ha conseguido imágenes icónicas de al menos dos grandes conflictos: su miliciano del mono blanco cayendo herido de muerte en Cerro Muriano, en la guerra civil española, y la borrosa silueta de un marine estadounidense en las playas de Normandía iniciando el asalto a Europa. En las dos él estaba tan cerca que ya nos da igual no saber quiénes eran esos dos soldados, porque las fotografías trascienden su significado y nos dicen, sobre todo, que el fotógrafo estaba allí. En los últimos años, incluso, se ha dudado de que el miliciano español hubiera sido herido, que estuviera siquiera en el frente y si la fotografía era de Capa o de su entonces compañera sentimental, Gerda Taro. Pero ese debate, de verdad, solo lo hemos tenido en España. Para el resto del mundo, para la historia, el fundador de Magnum fue el primero que retrató a un soldado en el momento de su muerte. Y eso ya no hay quien lo cambie. Capa murió en 1954 reventado por una mina en Indochina y no consta que dejara nada dicho o escrito sobre esa fotografía ni ese miliciano. No existe su verdad sobre ella, más allá de que siempre reivindicó esa foto como suya. Que ya es bastante.
Otro de sus colegas, Henri Cartier-Bresson, le sobrevivió casi cincuenta años más. El francés fue, podemos decir, el maestro retratista de la agencia. Un hombre que bebía de las fuentes del surrealismo parisiense del periodo de entreguerras y que nunca se desprendió de su Leica de 35 milímetros. Cartier-Bresson dejó un concepto que todos los periodistas, gráficos o no, hemos intentado alguna vez aprehender: “El instante decisivo”. Ese fogonazo de comunión absoluta con la realidad que tienes delante. El momento mágico donde exclamas para tus adentros “lo tengo”. Ese clic que encierra días de preparación, horas de espera, minutos de riesgo y segundos de duda. Cartier-Bresson fue un fotógrafo humanista y esa impronta se convirtió también en marca de la casa Magnun. Algunos de sus más reputados miembros, como Sebastião Salgado, han elevado sus series sobre las migraciones humanas a categoría de arte. Cristina García Rodero, la única española en la agencia, ha documentado la España oculta y, seguramente, más fascinante, desde hace muchos años.
No solo están donde hay que estar, sino que lo plasman de forma bella
El mito de Magnum reside en la incontestable calidad de su nómina de fotógrafos, pero también en la enorme fuerza creativa del trabajo de sus fundadores y el destino trágico de alguno de ellos. David Seymour murió dos años después de Capa, abatido por las balas egipcias en el conflicto del Canal de Suez. Y George Rodger no volvió a fotografiar una guerra después de ser de los primeros en entrar en el campo de concentración nazi de Bergen Belseny retratar las pilas de cadáveres de judíos en lo que fue la primera prueba gráfica del genocidio.
Argel, 1959. / FOTOGRAFÍA DE SERGIO LARRAIN
Fíjense en las fotografías que acompañan este reportaje. Con el trabajo de los señores de Magnum muchos de nosotros nos hemos formado y preparado. Hemos aprendido y hemos soñado. Su catálogo tiene más de 200.000 fotografías y todas buenas. En 2010 fue vendido al magnate informático Michael Dell, que a su vez lo cedió a la Universidad de Tejas para su estudio y conservación. En estos tiempos confusos para el periodismo y sus valores, los hombres y mujeres de Magnum siguen siendo un ideal de entrega y de calidad. No está muy claro cómo sobrevivirá la agencia a estos vaivenes digitales, a los móviles con cámara, a los tiempos de Instagram donde cualquiera se hace fotógrafo y juega a poner filtros y crear atmósferas. Ahora que las redes sociales están popularizando ese periodismo ciudadano donde todo vale y se retuitea sin contrastar ni valorar, se sigue necesitando la ética y la estética de Magnum para enterarnos de verdad cuál es el “instante decisivo” de un acontecimiento. Para que sigan enseñándonos el mundo a través de ópticas cercanas, donde el respeto a la realidad y el gusto por una buena historia, “por pequeña que sea”, como decía Cartier-Bresson, siga siendo la diferencia.

Revolucionarios asociados

JON LEE ANDERSON
En 1947, cuatro reporteros gráficos fundaron en París la Agencia Magnum. Iba a convertirse en la primera cooperativa de fotógrafos colaboradores del mundo. Cada uno de los fundadores había participado directamente en la II Guerra Mundial. Una experiencia que cambió sus vidas. El grupo lo formaban el húngaro Robert Capa, el francés Henri Cartier-Bresson, el británico George Rod­ger y el polaco David Seymour, Chim.
Capa era ya un conocido y veterano fotógrafo de la Guerra Civil española –que había cubierto junto a su socia Gerda Taro– y de la II Guerra Mundial cuando surgió en su cabeza la idea de crear la Agencia Magnum. Había fotografiado en Normandía el desembarco en Omaha Beach. Sus imágenes eran legendarias. Capa era un hombre apuesto que aún no había cumplido 35 años y que encarnaba además la elegancia y la valentía de un fotógrafo de guerra.
Seymour también había capturado imágenes de la Guerra Civil española. Después de emigrar a Estados Unidos y de convertirse en ciudadano estadounidense, se había alistado en el Ejército norteamericano y había servido como fotógrafo de guerra en Europa durante la II Guerra Mundial. Cuando regresó a Polonia, sus padres habían muerto en un campo de concentración nazi.
Cartier-Bresson era el heredero de una adinerada familia francesa católica. Se convirtió en un fotógrafo surrealista que compartía un estudio en el París de antes de la guerra con Capa y Seymour. Los tres eran amigos. Cuando Alemania invadió Francia, Cartier-Bresson se alistó en el Ejército francés como fotógrafo de combate. Aunque fue capturado y estuvo tres años en la cárcel como prisionero de guerra, posteriormente se escapó para unirse a la resistencia francesa.
Rodger era un aventurero inglés que tras el bachillerato se lanzó a la mar. Después de pasar una temporada en un barco mercante en el que dio la vuelta al mundo, volvió a su país y encontró trabajo como fotógrafo. Cuando comenzó la II Guerra Mundial, documentó el Blitz de Londres captando las acciones bélicas de los aliados, trabajó como colaborador en la revista Life y pasó el resto de la guerra cubriendo conflictos en África, Europa, Birmania y China. Cuando la guerra mundial terminó, Rodger fue uno de los primeros fotógrafos que entró en Bergen-Belsen, capturando con su cámara las primeras evidencias visuales de los campos de exterminio de los nazis. Aquella experiencia fue tan traumática que, a diferencia de sus compañeros fundadores de Magnum, decidió que jamás volvería a trabajar como corresponsal de guerra. Y no lo hizo.
Posteriormente, los hombres de Magnum se dividieron el mundo en distintas zonas geográficas, y se pusieron a trabajar. En 1954, Capa murió al pisar una mina terrestre en Indochina. Dos años más tarde, Seymour fue alcanzado por el fuego de una ametralladora egipcia mientras cubría el conflicto del Canal de Suez en 1956. Rodger vivió más tiempo y murió en 1995, a los 87 años. Cartier-Bresson, que había nacido el mismo año que Rodger, vivió casi diez años más. Murió en 2004 a los 96 años.
Al tiempo que nuevos fotógrafos se han ido incorporando a la Agencia Magnum durante los últimos 65 años, otros han muerto o se han jubilado. Pero todos sus miembros han continuado capturando las imágenes de los conflictos mundiales. (…)
La mayoría de los fotógrafos que pertenecen a la última generación de Magnun, cuyo rango de edad oscila entre los 28 y 29 años y los cuarenta y pocos, eran aún unos niños cuando se desmoronó el comunismo. Aprendieron su oficio en un complicado campo de pruebas con desagradables consecuencias para ellos: en el Cáucaso, durante la separación de Yugoslavia y en las guerras de Irak y Afganistán que siguieron a los atentados terroristas del 9 de septiembre. Incluso, mientras algunos de aquellos conflictos empezaban y otros terminaban, ciertas tensiones sin resolver que se produjeron tras la desintegración de la Unión Soviética dieron origen –del mismo modo que se produce un seísmo cuando hay un desplazamiento de las placas tectónicas–, a una serie de así llamadas revoluciones de colores contra los totalitarismos arraigados en lugares como Georgia (revolución de las rosas), Ucrania (revolución naranja) y Kirguistán (revolución de los tulipanes), cada una de ellas documentada muy de cerca por el fotógrafo alemán Thomas Dworzak. (…)

Junto a su amigo norteamericano, y también fotógrafo Chris Hondros, el fotógrafo británico Tim Hetherington, que había iniciado su carrera en Magnum, murió en abril de 2011 mientras cubría el asedio de las fuerzas de Gadafi a la ciudad libia de Misrata. Fue una trágica pérdida de un hombre joven con talento y en la plenitud de su vida. Es un recordatorio que nos hace pensar que las revoluciones pueden ser dramáticas. Son acontecimientos que cambian la vida, e incluso para demasiados, pueden significar el final de sus vidas.
¿Será posible que la revolución tecnológica tenga como consecuencia que este excepcional grupo de reporteros gráficos de Magnum desaparezca dentro de unos pocos años? Tal vez. Pero aún es muy pronto para saberlo. Este libro, mientras tanto, es el testimonio de un periodo extraordinario de la historia humana que ha sido contado por un grupo de hombres y mujeres igualmente extraordinario. Puede que no volvamos a ver algo parecido otra vez.
© 2012, Jon Lee Anderson. Traducción de Virginia Solans.
Texto extraído del libro ‘Magnum Revolution. 65 years of fighting for freedom’, editado recientemente por Prestel.