jueves, 3 de mayo de 2012

Barcelona, hechos de mayo de 1937.

Foto: Agustí Centelles i Ossó, fondo Centelles (c) 2012 Archivos estatales del MECyD, Centro Documental de la Memoria HIstórica, TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS.


La lucha en las calles de Barcelona

La situación conflictiva entre las tendencias que se proponían la revolución por la base, y la conquista del poder político por la cúspide, culminó el mismo día 2 con el ataque por sorpresa de doscientas unidades de las Fuerzas de Asalto de la Comisaria de Orden Público al edificio de la Telefónica. Esta entidad estaba incautada por la CNT y la UGT, de acuerdo con el decreto de Colectivizaciones en vigor. La orden de ocupación procedía de Artemio Ayguadé, que tomó la decisión sin contar con los demás miembros del gobierno catalán, pero su actitud fue desestimada por los trabajadores, que cerraron el paso de la fuerza pública hacia los pisos superiores, a la vez que comunicaban la noticia a toda la organziación confederal.
Los militantes cenetistas organizaron una dura resistencia gracias a una ametralladora instalada estratégicamente. La noticia se propagó rápidamente. De forma inmediata se levantaron barricadas en toda la ciudad. No debe hablarse de una reacción espontánea de la clase obrera barcelonesa, porque la huelga general, los enfrentamientos armados con las fuerzas de policía y las barricadas fueron fruto de la iniciativa tomada por el Comité de Investigación de la CNT-FAI y los Comités de Defensa, rápidamente secundada gracias a la existencia de un enorme descontento generalizado.
El día 3, la increíble lucha se plantó y se propagó a la calle. Se habían formado dos bandos: la fuerza pública -cuya apoliticidad se había pretendido-, el PSUC, la UGT y los extremista de Estat Catalá, por un lado. La CNT-FAI, Juventudes Libertarias y POUM por otro. La reacción al intento de ocupación de la Telefónica partió de los militantes anarcosindicalistas de base, en desacuerdo con los Comités orgánicos representativos, que trataron de apaciguar la situación.
Nuevamente, como en julio de 1936, la lucha fue asumida por los Comités Confederales de Defensa de los Barrios que se adueñaron de las barriadas extremas. Sus adversarios dominaron sistios estratégicos de la ciudad. Numerosos puntos de uno y otro bando quedaron aislados y sistiados en el centro.
Barricadas en los sucesos de mayo de 1937. La contrarrevolución  comunista.
Barricadas en mayo del 37 en Barcelona.
Los Amigos de Durruti fueron los combatientes más activos en las barricadas, y dominaron completamente la plaza Maciá (ahora plaza Real), con todos los accesos bloqueados con barricadas, y la calle Hospital en toda su longitud. En el cruce Ramblas/ calle Hospital, bajo un enorme retrato de Durruti colocado en la fachada del piso donde estaba la sede de la Agrupación, levantaron una barricada donde establecieron su centro de operaciones. El absoluto control de la calle Hospital enlazaba con la sede del Comité de Defensa Confederal (cuartel central de los Comités de Defensa), en Los Escolapios de la Ronda San Pablo, y de allí con la Brecha de San Pablo, tomada por una cuarentena de milicianos de la Rojinegra, que al mando del durrutista Máximo Franco habían «bajado a Barcelona» en labor de «observación e información», después que tanto la Columna Rojinegra como la Lenin (del POUM), mandada por Rovira, hubieran cedido a las presiones recibidas para que sus respectivas unidades regresaran al frente.
Los Comités de la CNT tratataban de demostrar la extralimitación de funciones del consejero de Seguridad Interior y mientras, la radio CNT-FAI, difundía sin cesar procalamas tendetes a imponer el "alto el fuego". Estas proclamas frenaron el impulso ofensivo de los cuadros de base, desconcertados por la actitud conciliadora de los Comités responsables. Estas vacilaciones eran aprovechadas por sus enemigos para conquistar nuevas posiciones.
Desde los micrófonos oficiales los dirigentes político instaban también a la concordia, Por su parte, el gobierno central dictó severas medidas contra la "sublevación" de Barcelona. Federica Montseny y García Oliver, miembros de la CNT en el gobierno central, salieron precipitadamente para Barcelona, con la misión de mediar en la lucha. García Oliver dijo en su alocución:
"Camaradas, por la unidad antifascistas, por la unidad proletaria, por los que cayeron en la lucha, no hagáis caso de las provocaciones."
Habiendo exigido Companys el establecimiento de la supremacía de la fuerza pública en la calle, la lucha se recrudeció. El día 5 dimitió el gobierno de la Generalitat, y la CNT exigió la dimisión de Ayguadé. El comité Regional Conbfederal propuso una gran tregua, manteniéndose los combatientes en sus respectivas posiciones. La política de apaciguamiento de los Comités Confederales produjo hondo disgusto y confusión entre los combatientes de los sindciatos. Por otra parte, las treguas acordadas servían para que las fuerzas de asalto t sus aliados mejoraran sus posiciones. El 5 de mayo las Federacione Locales de la UGT y la CNT intimaron a todos los trabajadores a reintegrarse al trabajo. Al mismo tiempo, el gobierno central decretó la incautación del orden público en Cataluña y envió a Barcelona fuerzas militares expedicionarias. Barcos de la flota republicana zarparon en direción a Barcelona.
Los contrarrevolucionarios aprovecharon la ausencia de tropas anarcosindicalistas en las calles -bien por los llamamientos desde la radio o bien porque estaban en el frente- para ocupar el Palacio de Justicia, atacar los edificios de la Unión Médica y de la Federación Local de las Juventudes Libertarias. La llegada de nuevas unidades de guardias de asalto, consiguieron practicamente desarmar a la resistencia anarcosindicalista (entre otros a los Amigos de Durruti) y del POUM.
Foto de Federica Montseny.
Juan García Oliver
Instantanea en el momento en el que interviene por radio pidiendo el cese de los enfrentamientos en la ciudad.
El día 6, la CNT-FAI propusieron el abandono de las barricadas que, al parecer, fue aceptado por los combatientes confederales, que en su fuero interno consideraban aquello como uan claudicación revolucionaria suicida. El día 7 entraron en Barcelona las fuerzas expedicionarias, al mando del teniente coronel Emilio Torres, que gozaba de simpatías en los medios anarcosindicalistas por haber sido comandante de la columna "Tierra y LIbertad". La propia CNT insinuó la designación de ese viejo amigo como jefe de las fuerzas expedicionarias, al objeto de hacerse obedecer por los compañeros, y en evitación de subsiguientes represalias.
Al fin se logró el apaciguamiento y la CNT creyó, o quiso creer en la vistualidad de aquella paz, pero la verdad fue que a partir de aquel momento, el equilibrio de fuerzas políticas en Cataluña se venció del lado de sus adversarios. El ataque unilateral partido de la secretaría de Orden Público de la Generalitat no se comprendería sin la parcialidad de Companys. El mismo Companys, que diez meses antes abdicara su poder ante los anarcosindicalistas vencedores en la calle contra el fascismo. Los grupos políticos a los que aquéllos concedieron carta de naturaleza lograron concitar contra la CNT-FAI fuerzas sañudas que no podían perdonarle las realizaciones revolucionarias.
La contrarrevolución republicana-stalinista había triunfado y se formó un nuevo Gobierno de coalición -en un intento de mantener la ficción de la unidad-, siempre presidido por Companys. El gobierno de la Generalitat se transformó en un Consejo Ejecutivo muy restringido, compuesto por Valerio Mas (CNT), Rafael Vidiella (UGT) y un representante de la Esquerra. A principios de julio de 1937 la jefatura de policía sería ocupada por el comunista Burillo.
En las luchas de Barcelona los anarcosindicalistas perdieron, entre otros militantes destacados, a Camilo Berneri, a Domingo Ascaso y a Francisco Martínez (de la FIJL). En represiones posteriores desaparecieron doce militantes de la barriada de San Andrés, cuyos cadáveres aparecerían días después terriblemente desfigurados en el cementerio de Cerdanyola. La represión que siguió se haría merced incluso a los resortes legales, ya la representación confederal en el estamento del goierno sería incapaz para evitarla.
Cavaeres anarquistas, asesinados por los comunistas.
Cadáveres de jóvenes libertarios asesinados por la represión comunista.
Estos acontecimiento tendrían trascendental influencia en el porvenir de la República y en cuanto a sus posibilidades de ganar la guerra. El PSUC cometió un grave error en su intento de desnivelar a su favor el equilibrio político de Cataluña, apoyándose en la lograda conjunción de todas las fuerzas anti-revolucionarias y en la neutralidad sospechosa de la Esquerra, porque allí se arruinó la aspiración de la unidad que, si bien en precario, había tenido fases un tanto líricas, como la inaugurada en enero de 1937 con reuniones del Comité Central del Partido Comunista y el Comité Nacional de la CNT, tendentes a subsanar fricciones producidas por la base. La unidad quedaría en lo sucesivo como mero tema para la propaganda y el proselitismo partidista, pero la verdad es que la base de coincidencias que sostenían la República iba reduciéndose en un proceso irreversible y alarmante. Porque por otra parte, los acontecimientos de mayo iban a potenciar la inmediata marginación del socialismo de izquierda y la caida del gobierno de Largo Caballero, que daría vía libre a la persecución indiscriminada contra el POUM.

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